El que Jesús (paz sea con el) hubiese sido literalmente la encarnación del Dios de Israel, habría sido un mensaje tan crucial e importante, que Jesús no habría tenido otra opción que escribirlo personalmente [es decir, con sus propios dedos], a fin de que, en lo porvenir, nadie dudase de la autenticidad de su mensaje. De hecho, esto ultimo, fue lo que hizo el Creador, cuando “descendió” al monte Sinaí, y “escribió con sus propios dedos” su mensaje (es decir, sus diez mandamientos). Y, siguiendo este ejemplo Divino, todos los verdaderos profetas de Israel (Moisés, Oseas, Miqueas, Isaías, Amos, Jeremías, Habacuc, etc) hicieron también lo mismo, pues plasmaron con sus propios dedos sus respectivos mensajes. Pero, en el caso de Jesús, este ultimo (desafortunadamente) no escribió personalmente nada; nada que insinuase que era Dios, y nada que siquiera insinuase que era el Mesías esperado por los Judíos. De hecho, Jesús no dejo absolutamente nada por escrito, dando con ello a entender que, lo ya contenido en las Escrituras Hebreas, era más que suficiente para que los hombres pudiesen alcanzar la Salvación. Y, esta verdad, es confirmada por el mismo Evangelio, cuando cita al Patriarca Abraham diciendo al hombre rico que, la forma de evitar el castigo eterno, es “escuchar” (obedecer) lo ordenado por Moisés y por los profetas. Como esta escrito: “A Moisés y a los Profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:29)
Judaismo Etico 